En Grupo Mayey creemos que cada símbolo tiene un propósito y cada diseño una historia que contar. Por eso, nuestra identidad no solo navega en las aguas del Caribe Mexicano, sino también en lo más profundo del legado ancestral de México.
En las civilizaciones del México antiguo, los dioses no eran figuras lejanas, eran la representación de la naturaleza. Se les concebía a través de la imagen de animales sagrados o seres fantásticos: Quetzalcóatl, la serpiente emplumada; Tezcatlipoca, en forma de jaguar o coyote; Xólotl, el perro que guía al inframundo; o Cipactli, el cocodrilo primordial.
Hoy, esos dioses siguen manifestándose a través del arte popular, y una de sus expresiones más poderosas es el alebrije: una criatura fantástica formada por la fusión de animales reales e imaginarios, pintada con colores vibrantes y símbolos tradicionales.
“Ajal”, que en lengua maya significa despertar, es mucho más que un nombre. Es la esencia misma de lo que representa MAYEY. Nuestro alebrije emblema fue concebido como una criatura mítica compuesta por animales nativos del aire, la tierra y el agua. Entre ellos: el jaguar, el quetzal, la tortuga caguama, la guacamaya, el tiburón ballena, el ajolote y la coqueta de Guerrero. Todos ellos en peligro de extinción. Todos ellos símbolos de la riqueza natural que buscamos honrar y proteger.
Los colores que dan vida a AJAL están inspirados en los bordados ceremoniales del pueblo otomí. Su forma y alas evocan el trabajo minucioso y mágico de los artesanos
mexicanos, reflejo de una cosmovisión milenaria que aún respira en los textiles, en los rituales y en la tierra.
AJAL representa nuestro despertar colectivo hacia una relación más consciente con la naturaleza. Es la voz simbólica de la biodiversidad, del arte, del respeto por la vida y la memoria ancestral de México.
El nombre de nuestra embarcación insignia, KUKUL, tampoco fue elegido al azar. En la tradición maya, Kukul es el quetzal un ave sagrada, símbolo de libertad, fertilidad y abundancia. Su plumaje adornaba los penachos de los grandes líderes y su canto aún resuena entre las piedras del templo de Chichén Itzá.
Hoy, como el quetzal, KUKUL surca el mar llevando un mensaje el turismo también puede ser un acto de conciencia. Cada evento a bordo es una oportunidad para rendir homenaje a la cultura viva que nos rodea, para despertar una mirada más respetuosa hacia el medio ambiente y las especies que lo habitan.
KUKUL no es solo un catamarán. Es un tributo navegante. Una celebración de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que aún podemos proteger juntos.